martes, 26 de julio de 2011

El que quiere Celeste…

(Por Sebastián Saijo) - Una rareza tras otra. Argentina con Batista en el banco, eliminado tan velozmente por el Uruguay de Tabárez que no hubo tiempo de analizar el encuentro. Porque algunas horas más tarde un Brasil joven, bajo la conducción de Mano Menezes, fue sorprendido por Paraguay que logró un hecho histórico. El equipo de Martino no conoció la victoria durante los 24 días que transcurrió la Copa América 2011. Conclusión: Ganó el que más aguantó y fue iluminado con el agregado de la suerte.

El 24 de julio, a las 16hs, en el estadio Monumental era el objetivo de las doce selecciones. Durante este mes, se sucedieron algunos resultados que generaron broncas, disgustos y sorpresas pero la realidad marcó a Uruguay y Paraguay en la final. Cada uno con distinto recorrido, de acuerdo a lo que fueron capaces de generar dentro del campo de juego y la lotería de los penales, una forma injusta de seguir o quedar afuera de un torneo.

Oscar Washington Tabárez mantuvo la base del plantel uruguayo que conquistó el cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica 2010. Diego Lugano como caudillo inteligente; un mediocampo áspero pero eficaz con Pérez, Arévalo Ríos y Álvaro Pereira; más los encargados de luchar arriba con Luis Suárez que pelea todas las pelotas. Y, por último, Diego Forlán, balón de oro en el último mundial pero, que esta vez, no supo demostrar ese brillo que lo caracteriza.

Del otro lado, estaba Paraguay que más allá del “éxito” que se adjudicó Gerardo Martino, luego de eliminar a Brasil, se encontró en el partido decisivo de la Copa sin haber derrotado a ningún rival dentro del tiempo reglamentario de juego. Justo Villar, arquero de selección; el argentino nacionalizado Néstor Ortigoza para recuperar y Cristian Riveros para crear; pólvora mojada para los goleadores, Nelson Haédo Valdez y el otro argentino Lucas Barrios. Fueron los otros beneficiados por la serie desde el punto del penal. Mérito: la constancia durante los partidos que lo depositaron en un lugar inesperado.

De nada sirvieron los pronósticos y análisis previos. El fútbol estuvo ausente en la fiesta de América. Para ganar, hay que sufrir cueste lo que cueste. Y Uruguay enfrentó con buen estilo ese martirio.

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